¿Estás agobiado o preocupado? ¿Lo que te preocupa es “real” o es una interpretación tuya?
¿Esa “realidad” se podría interpretar de otro modo?
El ser humano es el único animal capaz de complicarse la vida imaginando posibles sucesos
negativos que, en un 99%, jamás serán realidad.
Cuando una manada de leonas ataca a un grupo de cebras, todas huyen despavoridas, justo
hasta el momento en que una de ellas es alcanzada. Entonces, todas las demás cebras se paran
y siguen pastando como si nada hubiese ocurrido.
Los humanos seguiríamos huyendo: ¿y si se han quedado con hambre? ¿y si quedan otras
leonas escondidas?
A este pesimismo de nuestra imaginación hay que sumar una capacidad absurda para
condicionar nuestra felicidad a metas que jamás alcanzaremos: “cuando me toque la lotería”,
“cuando me pueda comprar ese deportivo”, “cuando consiga un cuerpo atlético”, “cuando me
asciendan en mi trabajo”, … en resumen, cuando los burros vuelen, seré feliz.
Y ser feliz es sencillo. Solo hay que dejar de preocuparse por lo que nunca sucederá y ”querer”
lo que ya tienes, en vez de anhelar lo que no tienes.
Puedes quejarte de esa rodilla que no te funciona muy bien o dar gracias a Dios por ese 99%
de tu cuerpo que se encuentra perfectamente. Para que te guste tu casa no necesitas que esté
arreglada: solo necesitas arreglar tu mente.
Tienes una casa, una familia, una pareja que te eligió (entre 6.000 millones de personas
posibles), gente que te quiere, un cuerpo que funciona, muchas cualidades personales,… y si
estás leyendo esto, hasta tienes acceso a Internet.
Si te falta algo de esto, también eso te supone una “ventaja” que puedes encontrar si la
buscas: si no tienes casa propia, tienes libertad para mudarte a otra ciudad sin muchos
trastornos; si tienes poca familia o si ya se han independizado tus hijos, tienes más tiempo
para dedicar a tu relación de pareja y a los demás; si tienes defectos (suponemos que será así)
también tienes un camino de crecimiento, que serás feliz recorriendo y viendo tus avances,
etc.
Todo esto se resume en :
Si una manada de leonas hambrientas viene hacia ti, corre.
Mientras eso no ocurra, cambia tu mirada hacia lo que te rodea y esfuérzate por apreciar lo
que tienes y lo que te sucede. Sigue más al corazón y menos a la razón. Toca, abraza, habla,
ama. Da más y espera menos.