Debido al equilibrio aparente en el que intentamos acomodarnos, nuestro matrimonio puede convertirse en una relación de dependencia del otro en cada uno de los aspectos en que nos “sometemos” a su criterio.
Ya se encargará nuestra pareja de resolver nuestras limitaciones: esperamos que el otro sea conciliador si nuestra relación está tensa, que castigue a nuestros hijos si se portan mal, que controle los ingresos y los gastos, que organice el fin de semana o las vacaciones, que tome la iniciativa en nuestras relaciones sexuales, etc.
Sin embargo, existe otra posibilidad …
A través del diálogo frecuente sobre las cosas sencillas del día a día, nuestra pareja nos ayudará a hacernos conscientes de cualidades que no nos queremos reconocer por pura inseguridad o porque son incipientes, y su mirada amorosa (e incluso idealista) nos ayudará a desarrollarlas y aceptarlas como posibles.
A la vez, iremos descubriendo nuestras carencias y poniéndonos opciones de cambio. Y además lo haremos con el conocimiento de nuestro cónyuge, lo cual es muy importante porque, con nuestra nueva actitud, podemos crear un cierto desequilibrio en la comodidad de nuestra relación y, como se tratará de pequeñísimos pasos, nos podemos encontrar con un lógico “Quita, que ya lo hago yo” (o un “bufido” o una burla, en los peores casos) que acabe de un plumazo con nuestras intenciones de crecimiento. O se pueden crear tensiones que acaben en una discusión.
Al estar “informado”, a nuestro cónyuge le resultará más fácil ayudarnos (lo que no garantiza que siempre lo consiga). Perderá protagonismo e independencia en “sus cosas”, pero ganaremos los dos en cercanía y felicidad. Nuestra relación perderá, a veces, estabilidad; pero ganaremos ambos en admiración por el otro, en ilusión y entusiasmo por la relación.
A medida que pase el tiempo, nos daremos cuenta de que nuestra relación de pareja es un espacio donde ambos ganamos y nos ayudamos mutuamente a crecer en lo personal; y no es solo un territorio donde resolver juntos los problemas que vayan surgiendo y la “intendencia” del día a día, que también.
Podemos ser unas personas más valiosas, completas y equilibradas; formando parte de un matrimonio sólido y feliz que contagie entusiasmo a los demás.