En ese momento, el Amor se dió cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la Tierra…
Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el Amor se dirigió a la bahía.
Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos.
Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros lo comprendiera y lo llevara.
Buscando con los ojos en el mar, vió venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía.
– Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿no me llevarías hasta la isla vecina? Yo sufrí tanto la desaparición de esta isla que no pude fabricarme un bote…
Y la Riqueza le contestó:
– Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento… – y siguió su camino sin mirar atrás.
El Amor se quedó mirando, y vió venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores. Llamaba muchísimo la atención.
El Amor se estiró un poco y gritó:
– ¡Vanidad… Vanidad… llévame contigo!
La Vanidad miró al Amor y le dijo:
– Me encantaría llevarte, pero… ¡tienes un aspecto!… ¡estás tan desagradable… tan sucio y tan desaliñado!… Perdón, pero creo que afearías mi barco– y se fue.
Y así, el Amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta al Odio. Y cuando pensó que ya nadie más pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza.
– Tristeza, hermana –le dijo–, tú que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo… ¿Me llevarás contigo?
Y la Tristeza le contestó:
– Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaaan triste… que prefiero estar sola – y sin decir más, se alejó.
Entonces se sentó en el último pedacito que quedaba de su isla a esperar el final.
De pronto, el Amor escuchó que alguien chistaba:
– Chst-chst-chst…
Era un desconocido viejecito que le hacía señas desde un bote de remos.
El Amor se sorprendió:
– ¿A mí? –preguntó, llevándose una mano al pecho.
– Sí, sí –dijo el viejecito–, a ti. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo.
El Amor lo miró y quiso explicar:
– Lo que pasó fue que yo me quedé…
– Yo entiendo –dijo el viejecito sin dejarlo terminar la frase–, sube.
El Amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla.
No pasó mucho tiempo antes de ver cómo el último centímetro que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre.
– Nunca volverá a existir una isla como ésta –murmuró el Amor, quizá esperando que el viejecito lo contradijera y le diera alguna esperanza.
– No –dijo el viejo– como ésta, nunca.
Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo. Se dió cuenta de que iba a seguir existiendo.
Giró sobre sus pies para agradecerle al viejecito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido.
Entonces, el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:
– ¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó… Todos los demás no comprendían que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es…
La Sabiduría lo miró a los ojos largamente y dijo:
– Él es el único que siempre es capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo.
En este relato, todos los personajes actúan de una forma típica respecto al valor o al sentimiento que representan.
Por eso es tan importante que aprendamos a reconocer nuestros sentimientos: para evitar que condicionen nuestras acciones de forma inconsciente.
El tiempo ayuda,pero el amor a la vida y a los que te quieren de verdad( no románticamente,pues ese es el amor mas efímero) son los que te ayudan a ver lo q importa de verdad.
se dieron cuenta 🙁 😀 😀 😮
Completando mi comentario de la primera parte de este relato, agrego que describe muy bien, la perseveranci del Amor, cuando es verdadero… Y es cierto que el Tiempo, lo va «guiando» para que no deje de ser Amor y se convierta en resentimiento…
Gracias por tus comentarios y el detalle de mandárnoslos.
Te enviamos un cariñoso saludo.